Experiencias pegando carteles

Desde el pasado viernes 22 de octubre hemos estado pegando carteles para convocar a los vecinos a la reunión del próximo jueves día 28. Viernes, sábado, lunes y martes, 4 días de experiencia durante los cuales nos hemos encontrado con distintas reacciones. De todas ellas, la que mas nos ha llamado la atención ha sido la de esa mano en la sombra que se ha dedicado a seguir nuestros pasos y quitar todos los anuncios que nosotros pegábamos. Esta mañana hemos insistido con nuevos carteles intentando despistar a nuestro perseguidor avisando esta vez de que estos mensajes, como ocurría en las tiras de Mortadelo y Filemón, se autodestruirían en unas horas, ahorrándole a él el trabajo de eliminarlos.

¿Por qué alguien dedica unas horas de su vida a destruir lo que otros intentan construir? ¿Qué sentido tiene impedir que los vecinos se enteren de que hay convocada una reunión informativa?

Sabemos cuáles son las dificultades de llevar a cabo esta iniciativa, sabemos que, de momento, no todo el mundo está de acuerdo con ella. Lo que buscamos es que tanto los que están de acuerdo como los que están en contra tomen la palabra y expresen sus opiniones para integrarlas en un proyecto conjunto.
Queremos provocar encuentros no enfrentamientos. Creemos que es posible un barrio mejor para todos, y que este todos incluya a aquellos que no nos dejan expresarnos.

Nos hemos encontrado con vecinos que no quieren mas carteles porque en su bloque ya se ha votado la instalación de ascensores y han decidido que no se ponen, pero esto es mucho más grande que una simple instalación de ascensores. Nos dicen que las casas se compraron sin ascensor y así seguirán hasta el final. ¿Es obligatorio resignarse?. Los pisos se construyeron con tendederos y estos apenas existen ya, se han trasnformado en cocinas. Las casas tenían terrazas exteriores que en la mayoría de los casos ahora están cerradas, se han transformado en dormitorios, estudios, salitas.

Las necesidades cambian y el objetivo que buscamos no es mas que adaptar las viviendas a los nuevos modos de vida de cada propietario. Y hacerlo de tal forma que el proceso pueda repetirse fácilmente cuando las necesidades vuelvan a cambiar. Porque para casi nadie la vida ahora es igual a la de hace 43 años.